domingo, 14 de agosto de 2011

La cocodrila y los libros: BREVE DIÁLOGO CON UN FUTURO AUTOR DE LIBROS INFANTILES (Astrid Lindgren)



A la cocodrila le ha costado decidirse, porque devoró dos libros a la vez: El hilo azul (la pasión por contar, el secreto placer por leer) de Gustavo Martín Garzo y Mi mundo perdido de Astrid Lindgren. Al final se decidió por compartir un capítulo de éste último, que piensa, habrían de leer todos aquellos  que quieren escribir literatura infantil. 

Teniendo en cuenta que este texto se escribió hace años (1975), antes del boom de la literatura infantil y del álbum ilustrado, la cocodrila piensa que Astrid olvidó algo importante, del mismo modo que el texto defiende un lenguaje claro y sencillo, y jamás olvidar que se escribe para niños, es decir, nunca pasar por encima de ellos, y esto la cocodrila lo comparte, no hay que olvidar tampoco, no idiotizarlos, como decían Ana Pelegrín (Poesía española para niños) o Isabel Escudero (Cántame y Cuéntame, cancionero didáctico), no usar un lenguaje específico  tan edulcorado que pretenda convertir a los niños en lelos. No lo son, y, por desgracia, hay tantos libros y álbumes infantiles hoy en día que los tratan así, que se nos ponen los pelos de punta.

La cocodrila sabe que ella esto lo tenía muy en cuenta y sus libros utilizaban un lenguaje claro y directo, pero jamás "añoñado", más bien todo lo contrario, Pippi fue una niña que revolucionó el estatus infantil y femenino de la época y que recibió grandes críticas de los sectores más conservadores, incluso se intentó censurar y modificar al traducirla a algunos idiomas... era políticamente incorrecta ¿sigue siéndolo?

BREVE DIÁLOGO CON UN FUTURO AUTOR DE LIBROS INFANTILES (Astrid Lindgren):

¿De modo que quisieras escribir un libro para niños? ¡Pues no eres el único! Muchos literatos, y otros que no lo son, experimentan de vez en cuando la necesidad de escribir algo para niños. ¡Claro, como es tan fácil!... Solamente hay que sentarse a hacerlo, y todo el resto saldrá sin más. Los pequeñuelos se divierten leyendo  tonterías. A ver cómo empezamos...

"Érase una vez una estufa de hierro que iba de paseo con su tía Eulalia Krokonblom..." Estupendo ¡Ya está! No hace falta nada más que reunir una estufa y a su tía Eulalia e inventar cosas raras y trastadas de los dos, y ... ¡ya está listo el libro para niños! Ya me lo pensaba yo...

¿De veras te lo pensabas? No puedo creerlo. Sin duda tienes un poco más de ambición. Quizá tu ambición llegue incluso a tanto que, antes de tomar la pluma, te formules esta pregunta casi inevitable: "¿Cómo debe ser un libro infantil bueno?" Si me preguntas a mí, después de reflexionar a fondo, sólo podría contestarte esto: "Tiene que ser bueno". ¿Cómo ha de ser una buena antología poética? ¿Cómo una nueva novela? ¿Por qué no se plantea nadie estas preguntas? ¿Se debe acaso a que no existe una receta para escribir una buena poesía o una buena novela, por lo que sólo cabe dejar que el poeta o el novelista se arranque la obra de las profundidades de su alma, sin guía alguna?

"Eso es otra cosa, pero un libro para niños..." Tal vez tú objetes algo así, y confíes todavía en una fórmula milagrosa. Fórmula sí que hay, claro. O, digamos recetas. 


Se toma un montón de pilluelos y se mezclan bien con dos o tres bellacos de armas tomar. Añádanse entonces un policía tonto y una madre que grita desesperada, todo bien removido con un padre comprensivo. Se sazona todo fuertemente, con diálogos groseros y peleas furiosas... y ¡al horno con ello!


(.....) Claro que hay recetas, pero, en la actualidad, los pasteles, budines y pucheros se hacen con unos ingredientes muy distintos. 

Toma una mamá divorciada (a poder ser, fontanera de profesión, aunque también sirve una licenciada en física nuclear, lo importante es que no "cosa" y que no sea "cariñosa", mezcla esa mamá con dos partes de agua sucia y un poco de contaminación atmosférica, añade dos partes de hambre universal y otras dos de tiranía paterna o terrorismo de profesores, remuévelo todo bien con varias cucharadas soperas de discriminación sexual y, por fin, añade abundante cohabitación y toxicomanía. Verás como consigues un estofado la mar de sabroso y picante, que sin duda hubiese hecho estremecer a Zacarias Topelius, de haberlo probado. 



(....) bromas aparte: tú querías saber cómo se convierte uno en un buen autor de libros parar niños ¿no es eso? Te diré sinceramente, que lo veo tan difícil como convertirse en árabe o en chino. No existe nadie en el mundo capaz de enseñarte a escribir un buen libro para niños, y no vayas a pensar que yo llevo la nariz muy alta a causa de mis propias obras (...) nada de eso. Pero trabajé durante casi 25 años en una editorial dedicada a publicaciones para niños, donde por mis manos pasaron toda clase de originales, y creo que allí aprendí un poco de lo que también a ti puede serte útil. 


(....) Empecemos por el lenguaje. En mi opinión, lo más importante es que el lenguaje y el contenido de la obra formen un conjunto armónico. (...) si te diriges a niños de cinco años, la edad más apropiada para cuentos de ardillitas, no debes emplear palabras y expresiones para cuya comprensión sea necesaria, como poco, una edad de diez años. 

(...) ¿cómo es, entonces, que uno se encuentra continuamente con libros que no pueden ser entendidos por los niños a que van destinados, de tal manera que hay que traducirlos a un lenguaje más sencillo? 

(...) en cierta ocasión me dijo un escritor muy importante: -En mi opinión, lo mejor es escribir de manera tan sencilla que hasta un niño pueda entenderlo. Sin embargo él escribía para adultos intelectuales. (...) la sencillez nunca es una vergüenza (...) lo sencillo no tiene porque ser trivial ni pobre. 

Ciertos autores se enfadan cuando uno critica las palabras elegidas (...) responden que no hay que descender en el lenguaje al dirigirse a los niños, ya que éstos entienden mucho más de lo que uno supone.

En esto les doy la razón. Creo que debe y puede hablarse con los niños de casi todo, pero es muy importante la forma en que uno se exprese, para que ellos te escuchen. Claro que también se les pueden dar a conocer palabras que nunca habían oído y que probablemente despertarán su interés.  (...) pero no debemos olvidar que los niños cuentan con unas experiencias limitadas. Si, por ejemplo, un autor incluye una parodia de un acta de sesiones en un libro infantil, pierde el tiempo, por graciosas que ésta sea. 

(...) procura narrar lo que sólo resulta divertido para niños, y que no hace gracia a los mayores. Procura incluir también algo que divierta a niños y mayores, pero (...) nunca algo que tú sepas  que únicamente ha de resultar gracioso para los mayores. (...) no escribes para que te encuentren gracioso y ocurrente los críticos. Muchos (...) hacen un guiño a determinado lector por encima de las cabecitas de los pequeños. Buscan un acuerdo con los adultos y pasan por alto a la criatura. Te suplico que no hagas eso porque es una desfachatez para con el niño que debe comprar y leer tu libro. 


(...) escribe lo que te salga del alma, y con ilusión. Tanto a ti como a los demás autores de obras infantiles, os deseo libertad, aquella misma libertad que es natural para el literato que escribe para adultos y que le permite decir lo que quiere y como quiere. Si crees necesitar escribir un libro para niños sobre lo  difícil e imposible que resulta ser persona en nuestro mundo, estás en tu derecho de hacerlo. Si prefieres hablar de las manías racistas, la opresión y la lucha de clases, ¡hazlo! Y si, sencillamente, te apetece componer poesía sobre una floreciente isla en medio del mar, tienes todo el derecho a hacerlo sin verte forzado a pensar: "¿y qué palabra rima con agua sucia y marea negra?" ¡Basta! piensa en tu libertad, porque sin esta libertad, la flor de la poesía no tarda en marchitarse. Esté donde esté.

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